Albert Camus se asoma a travé s de sus personajes a casi todos los abismos del mundo contemporá neo. El Patrice Mersault de La muerte feliz es un trasunto del joven inquieto y audaz que explora los caminos de la felicidad. El Sí sifo que desciende a recoger la piedra y el doctor Rieux que trata de aliviar a los enfermos desesperanzados de La peste dejan traslucir sus vivencias y aspiraciones má s profundas. El Jean-Baptiste Clamence de La caí da es un espontá neo profeta en el desierto del siglo XX porque su creador tambié n lo era, aunque no siempre lo entendieran o le hicieran caso. Tambié n son hijos de las incertidumbres espirituales de Albert Camus el Daru que deja libre al á rabe de El hué sped y el ingeniero D. Arrast que hace de cireneo en La piedra que crece, y el Kaliayev que retrasa el magnicidio de Los justos para evitar la muerte de unos niñ os.
Todos ellos, con sus anhelos y sus desazones y sus nostalgias, permiten adentrarse en el alma agitada y generosa de su creador.
Todos ellos son exiliados del Reino.
Todos ellos hacen verosí mil la posibilidad de un Camus dichoso.