El complejo mundo de los dibujos lorquianos está poblado por una diversa iconografí a masculina protagonizada por clowns, pierrots, arlequines, marineros, gitanos, bandoleros, á ngeles y santos. Dichas imá genes, de acendrada melancolí a y marcado homoerotismo, corren paralelas a su obra poé tica y dramá tica; y buscan el cobijo que le procura siempre el metafó rico mundo de la má scara. Federico Garcí a Lorca, a la vez que explora diferentes movimientos esté ticos de vanguardia, elige el disfraz como un refugio que revelará las distintas secuencias de su estado aní mico; y al mismo tiempo que acepta su sacrificio como homosexual, lo proyecta simbó licamente sobre este artificio carnavalesco exento de comicidad. La representació n del payaso sugerida por el granadino forma parte de una larga serie de rasgos tipificados, que arranca del grotesco universo proporcionado por los personajes de la Commedia dell Arte; mientras que la efigie del marinero superará la simple cotidianeidad pintoresca de representació n formal vinculada al interior de los tugurios tabernarios o prostí bulos, para trascender psicoló gicamente, lo que evidenciará sus fantasmas homosexuales. Marineros y gitanos son dos de los temas má s afines a su ilusionismo poé tico, y los que mejor ejemplifican su frustració n sexual. Como si de un auté ntico acto expiatorio se tratara, el acercamiento de Lorca a la imaginerí a religiosa puede ser considerado como una cierta experiencia mí stica equivalente a su propia abnegació n. Lo que comienza como un mero entretenimiento festivo en sus populares figuras procesionales se convertirá con el tiempo en una forma de expresió n personal de su intrincado mundo lí rico, que acabará estallando como un auté ntico torrente plá stico en sus remilgadas figuras angé licas; adquiriendo una dimensió n trá gica y heterodoxa en imá genes como las de San José o San Sebastiá n. Todo este polié drico programa iconoló gico rayano en la ambigü edad sexual abre, sin duda, una sugestiva puerta a la reflexió n queer.