'Una experiencia de libertad y un impulso crí tico': esta es la hipó tesis formulada por el filó sofo Olivier Remaud en su ensayo Soledad voluntaria, una reflexió n necesaria sobre el deseo de desaparecer, a menudo asociado a la voluntad de retirarse de la vida, aunque debe entenderse como un deseo de inclusió n, de participació n, simplemente fuera de lo comú n, en la comunidad humana. La soledad se opone a la servidumbre en cuanto busca resguardarse de sus efectos ocultos: estar solo es en cierto modo aferrarse a la idea de la propia libertad.
' Será que la soledad voluntaria es una modalidad de vida en sociedad?', pregunta el autor. ' Y que esta modalidad de vida en sociedad es tambié n la que nos permite disfrutar plenamente de la soledad?' De principio a fin de su reflexió n, Remaud traza este hilo a priori paradó jico: podemos querer cortar con el orden social y no cortar con la presencia insistente de la sociedad, asumiendo la soledad como un momento intenso pero efí mero, como condició n de la posibilidad de un retorno a las prá cticas colectivas. Bajo la influencia de Thoreau, la gran idea que atraviesa Soledad voluntaria es, por lo tanto, que el solitario nunca se separa realmente de la sociedad. Siempre vuelve al juego social en un momento u otro.
Lo que impulsa el deseo de soledad a menudo proviene de una especie de exigencia de higiene mental. 'La soledad es tan necesaria a la sociedad como el silencio al lenguaje, el aire a los pulmones y el alimento al cuerpo', escribe Remaud recordando la distinció n que ya establecí a Hannah Arendt entre aislamiento, soledad y desolació n. Mientras que el aislamiento es una forma de desarraigo y el hombre desolado es un hombre abandonado, 'la soledad es un baluarte contra el aislamiento y la desolació n'.