A pesar de la tensa relación que tenían, cuando Margot le suplicó a su hermana, Gia Rossi, que volviera a casa, esta supo que no tenía elección. Margot era la que cargaba con el cuidado de su madre enferma, y ahora le tocaba a ella ayudar, incluso aunque eso supusiera abrir viejas heridas.
Como era de esperar, la vuelta de Gia no fue nada cordial. Estaba el señor Hart, su exprofesor favorito, al que habían despedido después de que ella, de forma pública y con gran dolor, lo acusara de conducta sexual inapropiada. El mismo que motivó que Gia, en cuanto cumplió los dieciocho años, dejara atrás un pueblo dividido.
Cuando Margot se marchó sin dar ninguna explicación, Gia vio por primera vez las grietas en la vida «perfecta» de su hermana y se propuso ofrecerle apoyo. Pero todo fue complicándose a medida que sus vecinos se posicionaban entre el señor Hart y ella. Por suerte, Gia descubrió que había personas con las que podía contar. Y, al defender la verdad, encontró el amor y un futuro en el pueblo que creía que la había rechazado.